Por Lic. Araceli Méndez – Lic. en Terapia Ocupacional | Directora Sinergia.
Introducción
La autorregulación es una capacidad central para el desarrollo, el desempeño ocupacional y la salud mental. Sin embargo, suele malinterpretarse como sinónimo de autocontrol o de calma conductual. Esta mirada reduccionista deja fuera un componente esencial: la regulación sensorial.
Desde la Terapia Ocupacional y la neurociencia, entendemos la autorregulación sensorial como el proceso por el cual el sistema nervioso interpreta estímulos del entorno y del cuerpo, y ajusta el nivel de alerta para que podamos responder de forma funcional, adaptativa y con sentido. Es, en términos simples, la capacidad de estar lo suficientemente activados (pero no sobreexigidos) como para participar activamente en nuestras ocupaciones.
¿Qué es la autorregulación sensorial?
La autorregulación sensorial es un mecanismo neurofisiológico que nos permite modular la intensidad y duración de las respuestas sensoriales, ajustando nuestro nivel de activación frente a los estímulos del entorno (sonidos, luces, movimientos, texturas) y del cuerpo (interocepción, propiocepción, ritmo cardíaco, hambre, etc.).
Según autores como Greenspan y Wieder (1997) y Dunn (1997), esta regulación no es una respuesta voluntaria ni enteramente consciente, sino una habilidad que se desarrolla progresivamente, influida por factores neurológicos, ambientales y relacionales.
El sistema nervioso necesita mantener un nivel de alerta óptimo —ni demasiado bajo (hipoactivación), ni demasiado alto (hiperactivación)— para permitir la atención, la organización motora, el pensamiento, el lenguaje y el vínculo con el entorno. Este equilibrio se sostiene a través de la autorregulación sensorial.
Estados de alerta y desempeño ocupacional
El concepto de nivel de alerta hace referencia al estado general de activación del sistema nervioso central. Este estado fluctúa a lo largo del día y según las demandas del entorno. En general, podemos identificar tres grandes niveles:
• Hipoactivación: El nivel de alerta es demasiado bajo para responder a las demandas del entorno. Aparece sensación de desconexión, lentitud, somnolencia o desinterés.
• Nivel óptimo: Activación adecuada que permite foco, respuesta motora organizada, comunicación eficaz, regulación emocional y funcionalidad.
• Hiperactivación: El sistema nervioso está sobrecargado. Aparece ansiedad, irritabilidad, impulsividad, tensión muscular, sobrerespuesta a estímulos o bloqueo.
La autorregulación sensorial permite transitar entre estos estados de manera flexible, favoreciendo la adaptación a distintas situaciones: desde trabajar en un espacio ruidoso, hasta relajarse para dormir.
¿Cómo se desarrolla la autorregulación?
Es una habilidad neurofuncional compleja, que comienza a organizarse en los primeros años de vida, en interacción con el entorno y con los cuidadores. El modelo DIR/Floortime (Greenspan y Wieder, 1997) enfatiza que el vínculo afectivo seguro y las experiencias sensoriales ajustadas son claves para el desarrollo de esta capacidad.
En personas neurodivergentes (como aquellas con diagnóstico de TDAH, autismo o trastornos del procesamiento sensorial), la autorregulación sensorial puede presentar desafíos específicos: hipersensibilidad a estímulos, dificultad para sostener el foco, necesidad de estimulación constante o bloqueos ante ambientes impredecibles.
Manifestaciones clínicas y cotidianas
Tanto en la vida diaria como en el contexto clínico, la desregulación sensorial puede observarse en múltiples comportamientos:
• Necesidad constante de movimiento o estímulo (buscadores sensoriales).
• Irritación ante ruidos o luces intensas (hipersensibilidad).
• Dificultad para iniciar tareas o sostener la atención (hipoactivación).
• Reacciones explosivas o llanto fácil (respuesta a sobrecarga sensorial).
• Agotamiento mental tras estímulos sociales o ambientales intensos.
Estas respuestas no deben entenderse como conductas problemáticas, sino como manifestaciones de un sistema nervioso que intenta regularse.
Aplicaciones prácticas en nuestra vida profesional y personal
Como profesionales:
• Observar nuestro propio nivel de activación a lo largo del día.
• Reconocer qué estímulos nos ayudan a regular (movimiento, silencio, música suave, orden visual, etc.).
• Planificar el día laboral con momentos de pausas sensoriales reales, no solo cambios de tarea.
• Crear entornos de trabajo que respeten nuestros perfiles sensoriales (luz natural, texturas agradables, espacios silenciosos, etc.).
• Evitar la saturación sensorial en la consulta: demasiados juguetes, colores, luces o estímulos simultáneos también desregulan al terapeuta.
Con nuestros pacientes:
• Evaluar el perfil sensorial para adaptar los estímulos de la intervención.
• Promover la conciencia corporal e interoceptiva.
• Diseñar rutinas personalizadas de autorregulación: actividades físicas, herramientas sensoriales, pausas específicas.
• Incluir estrategias como respiración, estiramientos, materiales táctiles, música o movimiento rítmico.
• Trabajar con las familias o redes para generar entornos más predecibles y sensorialmente seguros.
Conslusión
La autorregulación sensorial no es un accesorio terapéutico: es la base neurofisiológica que sostiene nuestra capacidad de participar activamente en la vida diaria. Reconocer su importancia, comprender sus mecanismos y aplicar estrategias reguladoras en lo cotidiano es clave para prevenir el agotamiento, favorecer el aprendizaje, mejorar el bienestar emocional y fortalecer el desempeño ocupacional, tanto en nosotros mismos como en quienes acompañamos.
La autorregulación no es simplemente un recurso para momentos de crisis. Es una práctica constante de sintonía con el cuerpo, el entorno y las demandas de la vida. Desde la Terapia Ocupacional, tenemos las herramientas para visibilizar, intervenir y cuidar esta dimensión esencial del ser humano.